Holy Dose es un trío con sede en L.A., se formó entre escombros culturales, viajes fallidos con psicodélicos y un pasado religioso que todavía se asoma entre sus gritos. Lo suyo es construir desde el caos. La banda ha estado pateando escenarios con nombres como Lip Critic, Indigo De Souza y Melted Bodies, llevando su visión distorsionada del hardcore experimental a cada rincón donde los dejen romper bocinas. Grabaron su debut en NRG Studios bajo la mano de Jake Rene, y se nota: esto no es cualquier debut. Es una patada sonora con propósito.
Don’t Give Everything no se anda con rodeos. Doce tracks en menos de treinta minutos, donde cada segundo cuenta. Aquí hay hardcore, rap, industrial, electrónica y punk en una licuadora sin tapa. El álbum explora la pérdida, la rabia, la confusión, el desgaste emocional… y lo hace sin tregua. Para mí, este disco es una locura sonora imperdible. Guitarras afiladas como cuchillas, efectos que alucinan, bajos densos que truenan en el pecho. Y una voz que pasa de melódica a rabiosa sin transición. Es adictivo. Entre más lo escuchas, más te clavas.
Imprescindibles en Don’t Give Everything
Fade es pura tensión. La letra repite: «Everyone on the inside wants to be on the outside…», y parece una declaración sobre pertenencia y pérdida de identidad. Pega como un grito existencial. El track es complejo, de estructura impredecible, pero muy preciso. Esa frase se vuelve mantra, mientras los riffs te arrastran. Es como ver el mundo arder desde adentro.
Remor tiene un ambiente lúgubre que se arrastra con fuerza. La frase de “Dead Eyes Dead Heart Dead Lungs” es hipnótica. Sientes que algo se está desmoronando frente a ti. Es una canción sobre cargar con el dolor, con la culpa. Me gustó ese momento donde gritan “Blood on your hands for sure / And You can’t take it back”. No hay redención, solo confrontación.
Judge es el desmadre más controlado del disco. La guitarra es una sierra eléctrica; el bajo, una bestia que ruge desde abajo. La letra es cruda y confrontativa: «My god is greed / My god is blood». No hay filtro, ni necesidad de uno. Es una crítica brutal a las creencias vacías y al vacío existencial que queda cuando la fe se convierte en mercancía. Me explotó la cabeza.
Producción y Sonido en Don’t Give Everything
La producción es afilada y sucia, justo como debe ser. Jake Rene logra equilibrar el caos sin quitarle garra. Cada instrumento tiene su espacio. Las guitarras te perforan pero no saturan. El bajo se siente grueso, con peso real. La batería es una ráfaga constante, sin descanso. Y los elementos electrónicos… uff. Son lo que hace que todo esto vuele. No son adornos: son parte del golpe. Me encanta ese toque psicodélico que hace que el disco suene como un mal viaje que quieres repetir.
Vocalmente es visceral. Lo melódico nunca suaviza el mensaje. Al contrario, le da un filo más cruel. Hay un frenesí constante, pero todo está bajo control. Nada suena improvisado. Este no es un disco “raro” solo por ser raro. Es una declaración.
Escucha y Sigue su trayectoria
Si estás buscando algo que te sacuda, Don’t Give Everything es para ti. No es fácil de digerir, pero eso lo hace más adictivo. Holy Dose está haciendo algo muy suyo, muy crudo y muy necesario. Te recomiendo seguirlos en redes, escuchar este álbum con audífonos buenos, y dejar que te atraviese. Y claro, mantente al tanto de mis próximas recomendaciones.
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